¿Por qué?

La dependienta, vestida de modo corporativo, artificial y sonriente me informa de que mi tarjeta no es operativa, es que estos días la tengo muy estresada, mi respuesta simpática y cordial....es una mania, pretendo ser agradable con aquellos que me solucionan problemas y están currando de cara al público, y no es el trabajo que de pequeños sus mentes creativas respondían cuando les preguntaban sus progenitores: ¿hijito, qué quieres ser de mayor?.
Me distraigo, bueno, pues después de este reparto de frases agradables, me dispongo a abandonar el comercio y me encuentro con otro gentio de seres que en sus manos portan objetos reservados a ocupar el ocio de personas queridas para ellos, son las colas desesperantes para pagar el importe de sus elecciones.
Primera reflexión, estamos locos, ¿qué sentido tiene todo esto?, ¿cuántos días al año puedo yo realizar la compra que acabo de abonar?, segunda y neurótica cuestión.
No soy capaz de responder a ellas y me abalanzo hacía las escaleras en busca de aire reparador . Cien metros hasta la puerta de salida que se convierten en el mejor slalom que nunca realizara un esquidador español en las olimpiadas de invierno, voy esquivando abuelas, papas, mamas, hijos con pinta rara, todos portando bolsas y con gestos huraños y agresivos, pequeños con pinta de muñeco de Michelin de tanta ropa que llevan, segurata y .....la puerta.
Al salir mi tercera y última reflexión hacía este tema, pobre chica aún le quedan muchas horas de curro.
¡Ah!, se me olvidaba, tengo que comprar globos para colocar al lado de las botas con los regalos de S.S. M.M los Reyes Magos de Oriente.

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