Palos de ciego

A medida que avanzas rapidamente en la historia, se produce un aumento en la sensación de que lo natural y cotidiano va a suceder.


La historia que El Irra ha parido es una criatura nada lineal, por lo que esa sensación es falsa. Sin embargo, es creíble, ficción, pero con una base cotidiana, doméstica, llena de emociones intensas, sin filtros que golpean nuestro órganos cerebrales, de manera que no es posible quedarse al margen en su lectura.

Jesús debe volver a su barrio. Allí necesita enfrentarse a sus fantasmas, miedos y desesperanzas, en forma de madre perdida, pareja abandonada y amigos al borde de todo. En un intento por vivir va dando palos de ciego para identificar su espacio.

He devorado 134 páginas llenas de belleza gráfica.

No es El Irra un virtuoso del dibujo gráfico, más yo diría que si lo es de la narración. La historia no tiene fisuras. La mezcla de texto narrativo, diálogos cotidianos en un barrio marginal, viñetas descriptivas es un coctel que embriaga tus sentidos y te conduce a que no levantes la mirada de la cuidada edición de Astiberri.

Me ha gustado la elección de los colores, que acompañan de una forma sublime la acción. Te ayudan a ver las escenas desde un prisma diferente en cada momento, según la necesidad. Hay que tener en cuenta que la oscuridad es parte principal de la narración, hay muchas escenas que transcurren durante las calurosas noches de una irreconocible Sevilla, muy lejos de las postales de recuerdo y de los faralaes, farolillos y sonrisas.

Muy recomendable lectura de una novela gráfica distinta, llena de matices y de sinceridad. No debemos perder de vista a este autor, seguro que nos va a producir enormes emociones.

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